Un cuento de septiembre

Era una fría mañana, él, un estudiante de fotografía. Camina solo y pensativo por las calles de alguna ciudad lluviosa y solitaria. 

En el aire se percibe un cierto olor a antiguo, a misterio y a pasado. En su corazón, una especie de melancolía. 

Con su cámara, va fotografiando balcones, pórticos, columnas, campanarios, iglesias, calles de piedra.... Un antiguo monasterio le recibe con una gélida bienvenida, en su interior un patio de piedra, unos preciosos jardines rodean una pileta de mármol. 

<¡Por fin podré hacer fantásticas fotos!> Pensó.

Absorto en el objetivo de su cámara, no ve la silueta de alguien escondido tras los arbustos, hasta que tropieza con ella... Era una chica, completamente empapada, sola y llorando, sentada sobre una piedra en medio del apiñado jardín.

Era bonita, muy bonita, rubia y con ojos azules.

- ¿Te ocurre algo?

Ella lo miró y siguió llorando. La humedad calaba los huesos, se quitó la chaqueta y se la puso por encima a la chica. Ella, seguía sin decir nada... Por impulso, le hizo varias fotos... Es entonces, cuando ella levanta sus ojos hacia él y le sonríe... La agarra de la mano y la pone a resguardo de la lluvia.

- ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Qué haces aquí?

Sin contestar, ahora es ella quien lo agarra de la mano, ríe, mientras tira de él, para atravesar corriendo callejuelas mojadas... Cansados por la carrera se detienen... Él, pregunta de nuevo...

- ¿Quién eres? 

Ella lo mira a los ojos y por única respuesta, una risa dulce mezclada con un leve jadeo provocado por la carrera.

- Me gusta tu risa... Y si no vas a hablar, mejor te beso...

Ella correspondió al beso con ternura

- ¿Cómo te llamas? 

Insistió él, pero ella obstinada en no contestar y decidida a hacer que aquel encuentro tan fortuito, fuese único, especial, y misterioso, lo mira con coquetería, sonríe y echar a correr de nuevo para que la persiga.

Cuando la alcanza, ella saca de su mojado bolso, una pequeña libretita con un lápiz, anota un número de teléfono... Embobado como estaba con  el papel, no se da cuenta, que ella ha parado un taxi y se marcha, sólo alcanza a ver, como le envía un beso volado y una sonrisa...

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